Buenos Aires Me Quiere, tu expresión viva de la Ciudad de Buenos Aires.
  Dirección y contenidos PATRICIA GARCÍA, periodista

21/4/22

El librero de Borges en la calle Florida

Se presentará en la Feria del Libro de Buenos Aires, el domingo 1 de mayo, una edición sobre el librero Francisco Gil, conocido como el librero de Jorge Luis Borges y otras destacas firmas de la literatura nacional. Atendía El Ateneo en la actual calle Florida y sus contactos quedan reflejados en la documentación que presenta en edición impresa el documentalista Xan Leira, argentino radicado en España, como producto del programa de mecenazgo del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.

Aquí un recorrido por aquella Florida y los sueños del librero.

Antonio Berni rifó un cuadro para ayudarlo. Susana Rinaldi promovió un recuerdo que perdurara.

Texto e investigación Patricia García

En los prólogos del libro se lee que durante cuarenta años Francisco Gil hizo el mismo recorrido del barrio porteño de Pompeya al centro de la Ciudad, para trabajar en la calle de la Victoria la cual tras unos años se bautizó Florida. Es una vía que trasmuta en sintonía con los avatares del país y donde rebota la historia de Buenos Aires. Vaya recorrido, desde el sur porteño hasta el centro. Pompeya, parte de ese sur algo olvidado hasta hoy, con sabor a tango y reclamos

postergados, tan distinta y distante de los albores del Grupo Florida o la casa donde vivió Jorge Luis Borges en la punta norte de la misma, donde sobresalen mansiones palaciegas. Corta Florida la imponente avenida de Mayo de  aires españoles y la contundencia de la unión visual, entre la Casa Rosada -sede del gobierno argentino- y el Parlamento, también asentando esa división entre el norte -de clase media alta- con el sur porteño.

Esa geografía atravesaba Francisco Gil, que casi vivía en El Ateno y un día quiso volver, de visita, a su pueblo natal, en Pontevedra (España), pero no tenía suficiente dinero, entonces intervienen para ayudarlo, Agustín Pérez Pardella y el pintor  Antonio Berni, quien dona un cuadro. Arman un sorteo y le dan lo recaudado. Así lo recordó la extraordinaria cantante de tangos argentina, Susana Rinaldi cuando, como legisladora porteña por el partido Socialista, presenta uno de los proyectos de ley que propone  llamar Francisco Gil, a un pequeño espacio verde del barrio de Pompeya, donde el librero también promovió espacios culturales, como peñas literarias, exposiciones de arte o encuentros con escritores e historiadores. Se aprueba y el recuerdo se realiza en Amancio Alcorta al 3700, en Pompeya.

Rinaldi sostiene así que "la frecuentación diaria con los grandes escritores y artistas argentinos fue despertando en él una vocación que el transcurrir del tiempo intensificaría".

La Primavera en las letras

Antes del viaje, el 2 de octubre de 1963 la Sociedad Argentina de Escritores le organiza una fiesta de despedida a Francisco Gil, quien ya  paladeaba el hito que dejaría en su historia y la historia de Buenos Aires: “La Primavera en las letras” .

Si cuando comenzó a trabajar en Florida, se vivenciaba todavía el impulso de la federalización que transformó a Buenos Aires en la Capital Federal, cuando regresa de visita a España, esa ciudad atravesaba trascendentes momento de su actividad cultural.

Las crisis económicas, la imprudencia, el descuido de gobernantes, y la pasividad porteña le hicieron perder su esplendor, pero no los retazos de historia que esconde la calle Florida, imborrables ahora y en otros tiempos, como cuando el mismo Jorge Luis Borges caminaba sobre sus pasos, inclusive cuando ya no podía ver sus propios recuerdos, pero sí sus sensaciones y renegaba por la modernidad que había puesto obstáculos a su andar, como maceteros o puesto de diarios. Para Borges, era como su barrio. Para Gil, su otro barrio. Allí se forjó el grupo Florida cuando los vientos de esplendor cultural en la Ciudad de Buenos Aires penetraban por la puerta de la Confitería Richmond, coqueta, espléndida, hoy transformada en una tienda de ropa deportiva, sin una placa siquiera de recuerdo de aquellos años. Los mismos que forjaron un protagonismo impensado en los cuadernos porteños, del librero Francisco Gil, sin duda un actor de la literatura de la época, que inició, sin saberlo, una suerte de carrera dentro del ambiente literario, precisamente al conchabarse en El Ateneo, que estaba, está, en Florida, donde la calle magnética aparece dividida entre su propio norte y su sur por la avenida Corrientes, hacia el oeste, la de las librerías de nuevos y usado. Florida, paseo de compras obligado del turismo, una la peatonal que aglomera multitudes de día, pero se silencia y hasta exhala temor al oscurecer. Lo decía, como bien lo cita José Luis Lanuza en Cuadernos de Buenos Aires (1974), Baldomero Fernández Moreno: "Yo pertenezco un poco a esta calle Florida, tan alegre a la tarde y tan triste a la noche...Un agente aburrido, un poeta y un coche. Yo parezco un poco a esta calle Florida".


El barrio de Borges

Así era entonces cuando Gil llegaba al trabajo y es un rasgo que permanece en esta calle del centro porteño donde dejó improntas la historia, por caso, en una casa de la arteria, señala la historia argentina, se entonó por primera vez el Himno Nacional. Más aquí del calendario biográfico de arquitectura porteña, en Florida se construyó el primer rascacielos de la Ciudad, la galería Güemes, casi intacta en la actualidad que deja apreciar el entramado glamoroso del arte y la arquitectura.

A unas cuadras apenas de El Ateneo, que en principio estuvo en la vereda de enfrente y luego frente a la redacción del Diario La Nación, uno de los más consumidos en Buenos Aires, con redactores que también conocieron y consultaron, a Francisco Gil, para nutrir sus crónicas o llenar sus horas.

Florida se llamó también la calle del Empedrado, porque fue una de las primeras en contar con ese beneficio y hasta tuvo horarios de prohibición de tránsito de carros hasta convertirse definitivamente en la peatonal, recién en 1971, cuando estaba consolidad desde hacía décadas como paseo exclusivamente comercial. 

A principios del siglo XX  ya se habían trasladado de Florida las familias adineradas que construyeron su mansiones palaciegas al final de calle, casi donde está la casa de Borges, al norte de la arteria. También ya existían, cuando recaló Gil en El Ateneo, la Galería Güemes y la Galería Pacífico, las dos en pie hasta ahora con esmero para conservar su glamour y una ostentación arquitectónica que la Ciudad ya había abandonado cuando a principios de la década del 30 el librero de Borges se inicia, desconociendo, claro, su propio destino de "librero mayor". 

Ya estaban funcionando y con expansión por su éxito comercial, también las tiendas Gath y Chaves con sus escaleras mecánicas como una imponente muestra de modernidad. Hoy ya no funcionan como tal.

Sin embargo la primera sede del Ateneo que abre en 1912  Pedro García estuvo en la calle Hipólito Yrigoyen (en aquel tiempo llamada Victoria) y se traslada en 1936 a Florida y Corrientes donde definitivamente albergará toda la efervescencia literaria en sus mejores momentos. 

Nadie recuerda en Florida, que su nombre no obedece a una alegoría de primavera, sino a un combate por la independencia argentina.

Como sea, dicen  que Florida, por los ´60 era como una escuela literaria, más allá del Grupo Florida que integraba Borges en contrapunto con los de Boedo, otro pedazo de historia porteña más cercana al barrio donde vivía Gil.

"Por ella desfiló en 1944 el pueblo de Buenos Aires, entusiasmado e incontenible, celebrando la liberación de París", rememora Lanuza.

Por entonces, Borges ya había escrito Fervor de Buenos Aires que tuvo varias ediciones luego. También, de su grupo Florida, Oliverio Girondo marcaba época con "Veinte poemas para ser leídos en un tranvía". Rodeaban los tranvías la Ciudad, hasta principios de los '60, mientras se avanzaba con el subterráneo. Estaba recién inaugurada, por 1931, la línea B del subterráneo porteño que recorre la avenida Corrientes. 

Era parte del paisaje urbano que envolvió a Francisco Gil en su llegada, en un carro tirado por caballos, al Ateneo, que con el tiempo, como dice el documentalista Xan Leira "la emblemática y hoy centenaria librería  era, en los años 60, una verdadera usina de la intelectualidad argentina y, también, la librería más grande del mundo". Por entonces, Gil, con experiencia ya como responsable de literatura en la librería deja una impronta que trasciende su quehacer doméstico como consultor de célebres autores. Es cuando crea "Primavera de las Letras", que precederá a la tradicional Feria Internacional del Libro de Buenos Aires.

Ni qué decir de ese boom cultural que acompañaba la calle Lavalle, que corta Florida hacia el norte,  con su oferta de cines, la calle de los cines. Y ahí, a pocas cuadras más de las diez y pico que tiene la peatonal, se dio otro fenómeno, el auge del Instituto Di Tella. La Universidad que lleva su nombre, recuerda en su historia, cuando en 1963 abrió una sede del Di Tella en la calle Florida al 900, donde realizaba su actividad, entre varios centros, el Centro de Artes Visuales (CAV), a cargo de Jorge Romero Brest,  que "es el que le daría mayor fama al Instituto. El CAV modificó para siempre la percepción de los fenómenos artísticos en la Argentina. Sinónimo de vanguardia y provocación, allí se dieron a conocer tendencias rupturistas, como el neofigurativismo y, sobre todo, el arte pop".

Florida llega a contar 326 locales a la calle, más de 700 en las 17 galerías, donde  1% son librerías. En esa calle histórica  “Francisco Gil fue el puente de plata entre el autor y el lector”, según dijo Leopoldo Marechal acerca del librero más importante de Buenos Aires, que " sin haber escrito un solo libro pero habiendo leído muchos, la Sociedad Argentina de Escritores lo hizo socio honorario", como se dijo en la presentación de una exposición sobre su trayectoria, en la Academia Argentina de Letras.