Para 1914, el 60 % de la población de la ciudad de Buenos Aires estaba compuesta
por inmigrantes, en su mayoría de origen europeo. Los grupos más numerosos eran los
italianos y los españoles seguidos por franceses e ingleses.
La ciudad de Buenos Aires contaba entonces con grandes comerciantes venidos de otras tierras, junto con pequeños propietarios, chacareros y artesanos, que se ocuparon rápidamente de satisfacer
las demandas de los locales. Todos estos grupos de pobladores de otras tierras fueron
asentándose tanto en el campo como en la ciudad, agrandando sus familias, desarro-
llando todo tipo de trabajo, desde los calificados hasta los de peón en cualquier finca
del interior. Muchos realizaron aportes significativos a la lucha por una mejor calidad
de vida obrera, fortaleciendo sindicatos, partidos obreros, ligas agrarias, entre otros
espacios de lucha por los derechos del trabajador.
por inmigrantes, en su mayoría de origen europeo. Los grupos más numerosos eran los
italianos y los españoles seguidos por franceses e ingleses.
La ciudad de Buenos Aires contaba entonces con grandes comerciantes venidos de otras tierras, junto con pequeños propietarios, chacareros y artesanos, que se ocuparon rápidamente de satisfacer
las demandas de los locales. Todos estos grupos de pobladores de otras tierras fueron
asentándose tanto en el campo como en la ciudad, agrandando sus familias, desarro-
llando todo tipo de trabajo, desde los calificados hasta los de peón en cualquier finca
del interior. Muchos realizaron aportes significativos a la lucha por una mejor calidad
de vida obrera, fortaleciendo sindicatos, partidos obreros, ligas agrarias, entre otros
espacios de lucha por los derechos del trabajador.
“Pastelito de dulce, ricos bollitos, pancito de San Antonio, lágrimas de San Benito”
Cada grupo inmigrante llegó con un acervo culinario que fue desarrollando, como
pudo, en estas tierras. Así, la clase alta porteña, aceptó de muy buen grado la cocina
francesa, signada como la mejor cocina del mundo por esos años.
A los españoles venidos en las últimas oleadas migratorias se vinculan comidas gui-
sadas, pucheros con mucho ajo y cebolla. Gallegos, asturianos, vascos, valencianos,
llegaron con multiplicidad de comidas como la fabada, el ligado y la paella, entre
otros muchos platos de sabores fuertes y colores intensos. De este grupo muy diverso
de españoles, la tortilla fue la más entradora en la dieta de los argentinos.
Los genoveses, instalados en el hoy popular barrio de La Boca, aportaron diversas co-
midas como los ravioles, las albóndigas, el fainá, el pan dulce y los tomates rellenos,
entre otros platos. A otros grupos de italianos como los sicilianos les debemos todas las pas-
tas habidas y por haber, las pizzas, las milanesas y escalopes, algunos fiambres, el rissoto, las
diversas salsas con tomate, algunas variedades de quesos y el uso del aceite de oliva.
Cada grupo inmigrante llegó con un acervo culinario que fue desarrollando, como
pudo, en estas tierras. Así, la clase alta porteña, aceptó de muy buen grado la cocina
francesa, signada como la mejor cocina del mundo por esos años.
A los españoles venidos en las últimas oleadas migratorias se vinculan comidas gui-
sadas, pucheros con mucho ajo y cebolla. Gallegos, asturianos, vascos, valencianos,
llegaron con multiplicidad de comidas como la fabada, el ligado y la paella, entre
otros muchos platos de sabores fuertes y colores intensos. De este grupo muy diverso
de españoles, la tortilla fue la más entradora en la dieta de los argentinos.
Los genoveses, instalados en el hoy popular barrio de La Boca, aportaron diversas co-
midas como los ravioles, las albóndigas, el fainá, el pan dulce y los tomates rellenos,
entre otros platos. A otros grupos de italianos como los sicilianos les debemos todas las pas-
tas habidas y por haber, las pizzas, las milanesas y escalopes, algunos fiambres, el rissoto, las
diversas salsas con tomate, algunas variedades de quesos y el uso del aceite de oliva.