Esa es la clave en la programación de una nueva estrategia en la batalla contra el coronavirus en la Ciudad de Buenos Aires. No es poco. La flexibilidad impuesta por el comportamiento de la gente ante la pandemia, llevó a una complejidad considerable para ejercer los controles sobre la normas básicas de distanciamiento, lo que provocó que, de alguna manera, le validara con reglas de apertura lo que ya sucedía. No habría resultado el control social ni el apelar a las responsabilidades individuales.
Entonces, el dilema es ahora cómo regresar a un sistema estricto de aislamiento ante el incumplimiento, como viene anticipando este diario.
El combo de la economía en crisis que fuerza la reacción positiva ante una apertura de proporciones que se generó en la Ciudad de Buenos Aires, a partir del mes pasado y las reglas que más que claras se fueron tornando laxas, lo pone a Larreta ante una elección difícil. En ese sentido, otra vez, ayer Ginés le tendió otro auxilio al aliviar diciendo que "el problema es la evolución; no hay un tema crítico de camas excedentes pero el ritmo evolutivo podría hacer que, en un tiempo no demasiado largo, podamos tener un problema".
Algo de ese tiempo es lo que busca el jefe de Gobierno, que mantiene la idea de esperar unos días más para ver los comportamientos de los guarismo que guían en la crisis sanitaria, tanto el de contagiados como el de camas y el del mentado factor R0 que indica la "contagiosidad" de persona a persona.
El jueves, Larreta espera evaluar la situación en Olivos ante otro condimento que debe digerir al momento de tomar una decisión, como es la presión de la provincia de Buenos Aires para regresar a la primera etapa de aislamiento con la certeza de que, siendo el Área Metropolitana de Buenos Aires la que presenta casi todos los casos de infectados de la Argentina (el lunes el 96% del total del país), las acciones deben ser coordinadas porque las consecuencias se intercambian entre las geografías vecinas.
La ministra de Gobierno de la provincia de Buenos Aires, María Teresa García, sumó a la demanda por un retroceso en el aislamiento al remarcar que si bien "hay un hastío, un cansancio, un hartazgo, además de las necesidades económicas que hacen que prácticamente la cuarentena se haya flexibilizado, no digo totalmente pero casi totalmente. Creo que hay que volver a una etapa más estricta para evitar males mayores".
En línea con lo que se discute dentro del Gobierno porteño, el ministro de Salud del distrito, Fernán Quirós, por su parte explicó que “naturalmente, después de casi 100 días de hacer un enorme esfuerzo, a muchas personas les cuesta sostener todas las recomendaciones y las normativas que tenemos vigentes, y eso va haciendo difícil mantener la intensidad de la pandemia”.
“Si la curva sigue progresando sistemáticamente, nosotros siempre hemos comunicado que íbamos a tener que pedirle un último y mayor esfuerzo a la gente para poder pasar la peor parte de la curva”, sostuvo el funcionario y reveló que la Ciudad de Buenos Aires tiene “400 camas de terapia intensiva en el subsector público” y actualmente “178 están ocupadas”, mientras que “el subsector privado tiene 1.600 camas de terapia intensiva, pero tienen una ocupación que está un poco arriba del 50%”.
El 12 de mayo pasado, la Ciudad de Buenos Aires inició una etapa de cuarentena "light", con amplia apertura de comercios minoristas con atención al público, luego más comercios y paseos para niños y más tarde permiso para corredores. En ese día, la Ciudad contabilizaba 188 enfermos, de acuerdo al conteo del Gobierno nacional. Esta semana, el número por jornada trepó los 1000, pero hasta el momento ningún experto ni funcionario porteño aduce que la apertura provocó la suba trágica. En principio se adjudicó al estallido de contagios en asentamientos y villas, más tarde a la mayor cantidad de testeos que por lógica hace aparecer más casos. Al lunes, el índice promedio de positividad de esos análisis era de 32.49%, pero en la jornada superó el 50%.
El impacto de la pandemia en la economía forzó sin duda esa apertura amplia con, actualmente, el 85% de los minoristas abiertos en la Ciudad, más de 100 mil locales funcionando, lo que trajo como consecuencia mayor movilidad y mayor uso del transporte público, que los gobiernos ven como la gran clave en la ruta de los contagios, pero no logran todavía limitar