Rosedal porteño- Foto GCBA-Estrella Herrera |
El 16 de febrero de 1852,
mediante un decreto, fueron expropiados los terrenos del barrio de Palermo que pertenecían a Juan Manuel De Rosas, tras su derrota en la batalla de Caseros.
Con esa decisión política, además de abrirse un capítulo nuevo en la historia del país, comienza también una de las importantes transformaciones urbanas de la Ciudad de Buenos Aires, donde tal vez el sabor a revancha de Domingo Faustino Sarmiento fuera el que logró que el gran parque para los porteños se instalara allí, a pesar de las opiniones de imponerlo en el barrio de Agronomía, donde las tierras más altas y los vientos asegurarían una mejor calidad de vida para los vecinos.
Con ese prólogo también comienza la historia de uno de los
paseos más apreciados de la ciudad, el del Rosedal, que se inaugura muchos años
después, en 1914, ocupando 3,4 has entre
las actuales avenidas Infanta Isabel, Iraola, y Presidente Pedro Montt. Durante
un tiempo fue parte de Plaza Holanda, como se llamó a un espacio de los bosques
palermitanos.
Otro momento diferente al del 29 de Julio de 1857, cuando el
Senado sanciona la ley 1706 que, acorde a aquel decreto, enajena los bienes de
Rosas, incluido Palermo. Buenos Aires no era aún la Capital Federal. Tampoco lo
era en 1874 cuando Decreto Nº 2.617/974 y una posterior ley establecen que se
destinará “el terreno denominado de Palermo, con todas las existencias que le
pertenecen, al establecimiento del "Parque Tres de Febrero" de que
habla la Ley Nacional de 27 de Junio último” .
En 1875 se inaugura oficialmente
el Parque Tres de Febrero, que los porteños identifican como “los bosques de
Palermo”.
La idea de hacer un rosedal vino
después del Centenario de la Patria y se emprendieron tareas de acondicionamiento
del parque donde, para 1910, se había instalado la Exposición Industrial del
Centenario. Esas tareas, impulsadas por el intendente Joaquín Anchorena,
incluyeron por ejemplo, tirar abajo la tanguería “lo de Hansen”.
Así está reflejado en las Memorias
de la Ciudad de 1912. Anchorena pensó también en alternar la plantación de
rosas con obras escultóricas que haría traer de Europa de los más reconocidos
artistas.
“Se ha terminado igualmente la
nueva Avenida que parte desde Casares en dirección al río, con la formación de
veredones etc. y al final de la cual se construirá una gran plaza circular,
desde donde se tendrá una hermosa vista al Río de la Plata” se escribió en los
documentos municipales.
“Se efectuó la demolición del
antiguo restaurant conocido por "de Hansen" en la Avenida Sarmiento y
vías del Ferrocarril Central Argentino, formándose en su lugar una avenida para
jinetes y carruajes, con veredones, plantaciones, desagües, etc. Dicha arteria
pone en comunicación las Avenidas Sarmiento y el Velódromo, lo que dió lugar a
la construcción de un puente de material sobre el zanjón de desagüe de
"Hansen". Para la formación de esta nueva Avenida y la nivelación del
terreno ubicado entre el F.C.C.A, Avenida Sarmiento y el zanjón, se emplearon
3.500 metros cúbicos de tierra”, señalaba la comuna.
El director de Paseos de la
ciudad era Carlos Tahys y lo sucedió el ingeniero Benito Carrasco, a quien se
le reconoce la construcción del Rosedal. El paseo cuenta con un Patio Andaluz,
un Jardín de los Poetas, una Glorieta y un puente de madera.
Durante su inauguración se
realizó una kermese organizada por las damas de caridad y tocó la Banda
Municipal ante 800 asistentes que habían reservado sus entradas para la
ocasión.
Luego, en las memorias de los
trabajos realizados por la Dirección General de Paseos Públicos de la Ciudad de
Buenos Aires, del año 1914 se detalló:
“... El progreso de la Ciudad, requería, en materia de
paseos, un exponente de su cultura y de su buen gusto, y se pensó en la
creación de una “roseraie” o jardín de rosas donde pudiesen reunirse las más
hermosas y variadas flores de ese género. El inconveniente estribaba en hallar
un paraje adecuado, de fácil acceso y que por su característica especial
permitiese dar una idea amplia de la importancia e interés de una obra de esa
naturaleza. Felizmente, ambos obstáculos fueron salvados con tanto acierto, que
bien puede afirmarse que la “roseraie” porteña tiene una ubicación que puede
reputarse de inmejorable.
Formada en la segunda sección del Parque, en la
fracción de terreno que durante cierto tiempo ocuparon algunos pabellones
provinciales de la Exposición Industrial del Centenario, está bordeada al Norte
y al Este por el lago, que, a su vez, la separa de la Avenida de los Lagos, y
tiene por marco al Sud y al Oeste grandes grupos de árboles cuyo forraje verde
obscuro dan a los jardines un realce extraordinario, y al mismo tiempo
constituyen una nota vigorosa e imponente.
La “roseraie” tiene una extensión de 34.040 metros
superficiales. De composición decorativa moderna, es una creación no solamente
ornamental sino también útil e instructiva. Los rosales, que existen en número
de 14.650, fueron distribuidos de acuerdo con la armonía y contraste de los
colores, que sobre el fondo verde del césped dan relieve a los tonos.
Las variedades de rosales, que han sido debidamente
catalogadas (por orden alfabético y numérico), alcanzan a 1.189. Cada planta
tiene su nombre en tubitos de vidrio, encontrándose representadas las últimas
novedades desde 1910 hasta la fecha. Pueden observarse hermosos ejemplares de
clase especiales. Figuran allí las variedades, Yonkheer J.L. Mock de color
rosado claro (premiada en Bagatelle en 1911) , Mad Ed. Herriot, amarillo
rosado, pasando a rojo (premio “Daily Mail” de Londres), Earl of Gosford,
escarlata obscuro, Killarney y Mad. Jules Gravereaux, rosados pálidos, Little
Dorrit, amarillo crema, bordeado de rojo sangre, Verna Mackay y Salmon
Richmond, especies muy floríferas, British Queen, que se considera una de las
mejores entre las rosas blancas, Marie Adelaide von Luxembourg, flor grande,
naranjo-oscuro, Sunburst, Rayon d’or y Soleil d’or, amarillos de diversos
matices, Willowmere, pimpollo alargado, flor muy grande, rojo cangrejo, Double
Pink Killarney, rosado de matiz pálido, recomendada por la “American Rose
Society”, Frau Karl Druschki, llamada también “Reine des Neiges” de color
blanco de nieve, premiada en varios concursos, y muchisimas otras cuyas flores
forman una policromía tan variada como extensa.
Los trabajos de formación del Jardín de las Rosas
fueron comenzados el 5 de Mayo de 1914 y terminados el 22 de noviembre. En el
espacio de seis meses y medio se transformó, pues, por completo esa parte,
incluyéndose en las obras la demolición del Pabellón de la Provincia de Mendoza,
que allí existía.
Para levantar el nivel del suelo y formar los caminos
y jardines se emplearon 15.097m3 de tierra común, 974 de tierra negra, 981 de
abono y 3.530 de polvo de ladrillo y cascotes. Se plantaron, según va dicho,
14.650 rosales, sin contar los árboles, arbustos, enredaderas y plantas de
flores variadas.
Costeando el lago, sobre el frente N.E., se construyó
una elegante pérgola, de estilo griego, de 130m. de largo y 526 metros
superficiales con piso de mosaicos y escalinatas distribuidas sistemáticamente.
En la parte opuesta se levantó un templete de 16,80
m2, construido en cemento. Sobre el eje de la avenida central de los jardines y
en la extremidad Norte, un puente de arquitectura helénica ostenta su
característica silueta y permite el acceso a la “Roseraie” desde la Avenida de
los Lagos. Dan una nota alegre las flores, los helechos y las plantas
decorativas que con especial cuidado han sido distribuidas en este puente, en
la pérgola y en las demás obras.
Un embarcadero de madera, dos piletas de material con
juegos, dos vasos con pedestal de material ostentando cabezas de leones, cuatro
jarrones artísticos, un grupo en mármol, representando “La Primavera” del
escultor Drivier, veinticuatro columnas de hierro formando pequeñas pérgolas,
cuatro artísticos bancos de mármol, cuatro de madera en forma de glorietas,
doscientos catorce bancos de construcción adecuada, y otros mil detalles,
complementan estos jardines, dándoles un aspecto de elegancia y de buen tono
que irá resaltando a medida que la Naturaleza se manifieste allí en todo su
esplendor...”