A
metros de la Plaza de Mayo, sobre la avenida del mismo nombre, se
encuentra el llamado Pasaje Roverano, una suerte de galería
conservada en el tiempo, que da cuenta de las grandes
transformaciones de la ciudad de Buenos Aires. Sus dos entradas están
al 560 de la avenida -lindante con el patio de El Cabildo- y de la
calle Hipólito Yrigoyen, a su vez frente al costado de la
Legislatura porteña, ex Honorable Concejo Deliberante.
Es
que, fue producto de la apertura de la avenida Mayo -inaugurada en
julio de 1894-, un eje que buscó simbolizar el camino entre el
Poder Ejecutivo -la Casa Rosada- y el Poder Legislativo -el Congreso
de la Nación-. Hoy transitar de uno a otro punto importa descubrir
la historia misma de la ciudad y, para algunos la partición entre el
norte y el sur. Luego del Roverano, surgieron como producto de
apertura de avenida, el
pasaje Urquiza Anchorena y el exclusivo Barolo
El
pasaje en cuestión remite a los hermanos Angel y Pascual Roverano,
propietarios del inmueble y residentes.
En
un inicio tuvo dos plantas, la baja de 50 metros sin salida, con
locales -abogados y escribanos buscaban allí instalar sus oficinas
por la cercanía con el Cabildo donde funcionaban los Tribunales- la
alta para viviendas.
Cuando
se concreta la apertura de la avenida de Mayo, el inmueble pierde su
frente y recién empiezan a reconstruirlo en 1912 cuando le encargan
la obra al arquitecto Eugenio Gantner , un francés que también
intervino en el diseño de la Sinagoga
de la Congregación Israelita de la República Argentina
y entre otras obras en la dirección de la construcción de la casa
central del Banco Francés en la ciudad de Buenos Aires.
Gantner
invierte seis años en la remodelación que convierte al lugar en un
pasaje que, como privilegio contará con acceso a la línea A del
subterráneo, una interconección con la compañía de Tranways
Anglo-Americana, en 1915. Actualmente está la estación Perú a la
que cualquier
ocupante puede descender por el ascensor desde su propia oficina.
Utiliza materiales importados, coloca vitrales, se detiene en detalles como cristales curvos para las vidrieras y marcos de bronce. Ocho columnas de oniz, y una escalera de la misma piedra además de las imponentes maderas para coronar amplios y luminosos ambientes, son apenas algunos accesorios sobresalientes de la obra.
Utiliza materiales importados, coloca vitrales, se detiene en detalles como cristales curvos para las vidrieras y marcos de bronce. Ocho columnas de oniz, y una escalera de la misma piedra además de las imponentes maderas para coronar amplios y luminosos ambientes, son apenas algunos accesorios sobresalientes de la obra.
En
la planta baja le agrega tres subsuelos y seis pisos, con una
superficie cubierta total de 6.250 m2 sobre un lote de 748 m2. Sobre
la avenida, el frente se extiende 17,20 metros y 16,20 metros sobre
H. Yrigoyen.
Sobre la avenida queda la antigua barbería, que invita a un viaje al pasado. Sus primeros duieños fueron los hermanos Smiriglio y luego la familia Romano. Conserva, como adorno, una fomentera donde se calentaban trapos para colocar en la cara de los clientes recién afeitados.
Sobre la avenida queda la antigua barbería, que invita a un viaje al pasado. Sus primeros duieños fueron los hermanos Smiriglio y luego la familia Romano. Conserva, como adorno, una fomentera donde se calentaban trapos para colocar en la cara de los clientes recién afeitados.
Entre
otros, el cardenal Jorge Bergoglio fue cliente de esa casa. También
el ex jefe de gobierno Aníbal Ibarra, y cada tanto algunos diputados
porteños.
La
Hora del Pueblo
Radio
Sudamericana se instaló en el pasaje. Hacia 1920 trasmitió desde el
subsuelo la primera broadcasting “La Hora del Pueblo”.
El
Principito
El
escrito y aviador francés Anotoine Saint Exupéri habría tenido
oficinas en el pasaje Roverando,donde funcioná la primera Compañía
Aérea Nacional AEROPOSTA ARGENTINA que reallizaba bielos ala
Patagonia. El 1 de noviembre de 1929 partió el primer vuelo
inaugural desde el aeródromo de Harding Green hacia Comodoro
Rivadavia con escalas en Trelew y San Antonio Oeste, piloteado por
el autor del Principito.
Cuentan
que antes de los Roverano, conocidos como coleccionistas, en el lugar
estuvo la confitería
de Monguillot y que los propietarios, cuando se
hicieron las expropiaciones para la apertura de la avenida de Mayo
cedieron
135 m² de lote a la Municipalidad de Buenos Aires, pero pidieron
que se pagara una indemnización a los inquilinos cuyos lugares iban
a demolerse para que con ese dinero pudieran conseguir otras oficinas
o viviendas. Por eso, aseguran, que el ex intendente Federico
Pinedo, los compensó con un medalla, un 9 de julio de 1894.