Del Diario El Mundo, España, 2005
El viaje de Adriana - Por Nautapress
No existe país en el mundo en el que no se encuentre un argentino. Ni existe tal vez una ciudad con tanta fama de desarraigo como Buenos Aires. Los porteños viajan por el mundo pensando en su Buenos Aires querido como punto de referencia, con nostalgia y morriña al mejor estilo gallego. Sin embargo se van de ella mientras quienes la visitan sueñan con habitarla para siempre.Buenos Aires ha cumplido 464 años desde su fundación y parece mentira que sea una ciudad colonial. Ya quisieran los americanos historias más tristes que las de los tangos y más estilo europeo que el de esta ciudad que, a pesar de ver pasar a los conquistadores de hace cuatro siglos, ha vivido su florecimiento entre el siglo XIX y el XX. La herencia de la colonización que puede apreciarse en sus calles se debe más al auge de la inmigración de finales del siglo pasado y principios de éste.
Ante todo mucha clase
Dicen que los porteños son italianos que hablan español, se comportan como franceses y desearían ser ingleses. Y es que Buenos Aires está hecha con un poquito de todo, y el resultado ha sido una ciudad europeizada en la que no faltan los rasgos indígenas de los países vecinos. Eso sí, con clase.
Los habitantes de Buenos Aires se preparan para una nueva «temporada» con todos sus vicios y virtudes. Las hermosas mujeres de la Recoleta o los libroadictos de la calle Corrientes presumen de su capital, de su elegancia, su belleza, su vitalidad... (y de casi todo, según dicen las malas lenguas) y siempre con comparaciones: las avenidas son como los bulevares parisinos, los viejos barrios son como los de Génova, los grandes edificios, como los de la Gran Vía de Madrid.
Sin embargo hay mucho más, es tal vez ese aire a otras ciudades, su tamaño inabarcable o lo que se ha dicho y escrito de ella lo que marca el estilo bonaerense que engancha a quienes la visitan y no la quieren abandonar. Borges dijo sobre Buenos Aires «no nos une el amor sino el espanto, es por eso que la quiero tanto», y al leer eso uno se hace el propósito de viajar a ella, de recorrerla y mejor ahora que llega la primavera, como si le diéramos la vuelta al calendario.
Como abril en Madrid
Octubre en Buenos Aires es como abril en Madrid, la ciudad se sacude el frío del invierno y da ganas de salir a pasear por ella y tomarse un café en alguna de las agradables terrazas de los cafés de la Recoleta, el barrio más elegante de la ciudad. Las grandes avenidas que cruzan la ciudad, como la de Mayo, la Diagonal Norte o la inmensa y perfectamente trazada Avenida del 9 de Julio, que llega a medir 140 metros de ancho en algunos puntos, son sitios imprescindibles para caminar y observar el ritmo y encanto de esta ciudad cosmopolita y ecléctica, aunque otra forma de conocerla es haciendo viajes en «colectivos», el transporte público bonaerense por excelencia, del que hay que bajarse en marcha.
La fascinación que ejerce Buenos Aires está también en los animadísimos cines y teatros, o en los partidos de fútbol, improvisados en los solares del barrio de la Boca. Los porteños tienen fama de cultos y de buenos conversadores, aunque el resto de los argentinos los tachen de arrogantes y presuntuosos. Los grandes escritores y músicos que han salido de esta ciudad han dejado el listón muy alto y de hecho son reconocidos en todo el mundo.
Muchos de ellos, como Cortázar, Borges y Sábato han situado su historias en esta ciudad, y sus personajes han caminado, amado y sufrido en sus calles. Las mejores guías para conocer la ciudad son algunas de sus obras, como «Sobre Héroes y Tumbas», de Ernesto Sábato. Sus casas o sus relatos sirven como coordenadas para una visita...
En busca de algo clásico
Para ver algo clásico en Buenos Aires hay que asomarse a las arboladas calles de Belgrano, entre casonas con enormes patios. La misma calma se respira en las mansiones de Palermo Chico, un barrio pequeño con calles curvas y grandes palacetes que no deja indiferente a nadie. Uno de sus edificios más simbólicos es el Teatro Colón, uno de los mejores teatros de ópera del mundo. Su fachada bien podría estar en Alemania, en Francia o en Italia, y en su interior, sus 2.400 butacas siempre llenas reflejan la intensa actividad teatral y cultural de la ciudad.
En esta época, la vida parece renacer en los rincones más emblemáticos de la ciudad. La popular Plaza de Mayo, fundada en 1560 como plaza del fuerte, y donde hoy se encuentran los edificios más significativos de la ciudad: la Casa Rosada, sede del ejecutivo, el Banco de la Nación Argentina, la catedral Metropolitana, la Municipalidad y el Cabildo. Pero sobre todo es conocida como escenario de manifestaciones, la más dramática y persistente de todas, la de las Madres de la plaza de Mayo que continúan exigiendo información sobre una etapa negra de la historia argentina.
El barrio de la Boca es la segunda visita imprescindible. Famoso por sus casas de planchas de zinc pintadas en colores vivos y, sobre todo, por la calle Caminito, decorada con murales y esculturas que actualmente es un mercadillo al aire libre donde exponen sus obras los artistas locales.
En tercer lugar se encuentra San Telmo, el antiguo barrio portuario, que tras sucesivas transformaciones se ha convertido en el mayor centro de tiendas de antigüedades de Buenos Aires. Todos los domingos en la Plaza de Dorrego se reúnen más de 140 puestos que ofrecen sus mejores piezas de colección. Tanto por la cantidad como por la calidad de los objetos expuestos es el centro comercial de antigüedades más importante de América. Es el barrio de los clubes de tango.
De noche, hay que ir a la Recoleta, la mejor zona residencial, con los restaurantes más lujosos y las tiendas más elegantes de Buenos Aires. En Recoleta, la vida y la muerte se encuentran frente a frente. A un lado, los cafés elegantes, como La Biela, al otro lado, el Cementerio, dicen que uno de los más bellos del mundo. En él se encuentran numerosas esculturas funerarias realizadas por famosos artistas argentinos y los panteones declarados Patrimonio Nacional, además un lugar de peregrinaje obligado: la tumba de Eva Perón. En ningún otro lugar del mundo los mitos siguen tan vivos como aquí... «Dios está en todas partes, pero recibe en Buenos Aires».
HISTORIAS TRISTES
Los tangos cuentan las historias más tristes de amor y desarraigo. Sus letras evocan las calles y esquinas de un Buenos Aires antiguo que ahora los visitantes recorren como una ruta más dentro de la ciudad. La esquina de San Juan y Boedo, que aparece en numerosos tangos, puede conseguirse como un souvenir de cerámica para aparadores de turistas nostálgicos. Y es que ir a Buenos Aires y no visitar un club de tango es imperdonable.
El espíritu de Gardel se respira en todos estos sitios, aunque Roberto Goyeneche, Susana Rinaldi, Virgilio Expósito y Astor Piazzola son algunos de los autores y cantantes que han hecho las delicias de tangueros de bar e intelectuales durante más de medio siglo.
El Viejo Almacén (Balcarce con Independecia), que construido en 1780, fue también hospital, bodega y restaurante hasta que a finales de los sesenta fue transformado en la tanguería más famosa, símbolo para muchos del espíritu porteño, es lugar obligado. Y también es recomendable la visita a la Casa de Carlos Gardel (Jean Jaurés, 735), y la Tanguería Corrientes Angosta (Lavalle, 750).