Es una pena que el candidato a presidente Mauricio Macri deje pasar el tren. Entre el gobierno nacional, la empresa Metrovías y una parte del sindicalismo del sector subterráneos, le endilgan ser responsable del conflicto salarial. El ataque sería por haber desandado el compromiso de aceptar la transferencia del control de la concesión del transporte, pero al mismo tiempo le están regalando la llave de la solución. Podría, aparecer como el salvador, firmar formalmente el traspaso y luego nada le impediría seguir con el lamento de la herencia recibida.
Los argumentos del PRO para rechazar esa oportunidad son presupuestarios. Dicen que nada les asegura que la Nación continúe aportando la parte del subsidio a Metrovías a la que se ha comprometido. Creen que los ahogarán financieramente perjudicando la carrera presidencial de su jefe. Lo que nadie puede explicar es por qué Macri firmó en enero el acta acuerdo en la que aceptó hacerse cargo.
Empiezan ahora a ventilarse cuestiones que podrían dejar mal al grupo Roggio sembrando fundamentos para anular la concesión, pero ni así el macrismo está dispuesto a tomar el control de los subterráneos, algo ya inentendible.
